DEOGRACIAS GARCÍA FERNÁNDEZ
Párroco de Santa Eulalia de Mérida de Chiloeches (Guadalajara)

Nació en El Casar de Escalona (Toledo), el 22 de marzo de 1905, hijo de Columbiano García, de oficio labrador, y de Francisca Fernández. Tras realizar sus estudios en el Seminario Universidad de Toledo, recibió el diaconado, en las témporas de Santo Tomás, en diciembre de 1930, de manos del obispo auxiliar, monseñor Feliciano Rocha Pizarro. Fue ordenado sacerdote, junto a dos compañeros (uno, el siervo de Dios Juan Bautista Gómez Bajo, que también sufrirá el martirio en la provincia de Guadalajara). Las órdenes “las confirió su Eminencia Reverendísima el día 15 en la capilla del Palacio Arzobispal”. Era el 15 de febrero de 1931 y se trataba lógicamente del cardenal Pedro Segura.

Tras sus primeros destinos, recibe el nombramiento de la parroquia de Santa Eulalia de Mérida de Chiloeches (Guadalajara), una parroquia de más de mil feligreses. Al Comenzar la guerra civil, en julio de 1936, y ante el peligro que suponía para el sacerdote permanecer en el pueblo, después de haber consumido las especies eucarísticas, salió huyendo el 20 de julio, escondiéndose dos días en la finca “Monte Alcarria”, y, refugiándose más tarde en el pueblo de Valdarachas (Guadalajara).

A finales de agosto, fue detenido por un vecino de este pueblo y entregado a los milicianos de Loranca de Tajuña; estos junto a los milicianos de Yebra (Guadalajara), el 28 de agosto de 1936, le condujeron a un campo, al paraje de la Trinidad, que dista un kilómetro de Loranca de Tajuña, en el sitio denominado “Ermita Rota”. Al abofetearle bárbaramente, don Deogracias sufrió esta tortura, recordándoles, en voz alta, que lo mismo le habían hecho a Nuestro Señor Jesucristo.

Después de fusilado, aún con vida, fue quemado con gasolina y mutilado. Finalmente, como era pequeño el foso, que cavaron en una era, le quebraron la columna vertebral en dos partes, y obligaron a dos hombres a enterrarle. Los restos mortales de don Deogracias, de 31 años, fueron exhumados el día 7 de agosto de 1939, y trasladados a su pueblo natal, El Casar de Escalona, en cuyo Registro Civil se inscribió la defunción. En este pueblo, y, en su pueblo natal, entre familiares y amigos, sigue muy vivo su recuerdo y su fama de mártir de Cristo.

Este verano se retiro la lápida donde aparecía su nombre, junto a los de otros dos sacerdotes, de la parroquia de Chiloeches. Los tres van en el proceso que instruye la diócesis de Sigüenza-Guadalajara junto a 461 mártires más de la provincia eclesiástica de Toledo y la diócesis de Ávila.