JOSÉ RIVAS COBIÁN
Coadjutor de la parroquia de Santa Leocadia (Toledo)

El Siervo de Dios José Rivas Cobián nació el 30 de septiembre de 1871 en Los Cerralbos (Toledo). Fue ordenado el 21 de septiembre de 1895, de manos del Obispo auxiliar de la diócesis, Monseñor José Ramón Quesada y Gascón (1845-1900).
En 1896 recibió el nombramiento de capellán de las Carmelitas de Toledo; luego, en 1913, el de Capellán del Colegio de Doncellas Nobles (Nuestra Señora de los Remedios) de la ciudad de Toledo y finalmente, el de coadjutor de la parroquia de Santa Leocadia. Cuando estalla la guerra civil española el Siervo de Dios José sigue trabajando en los mismos destinos pastorales.
Escribe Luis Moreno Nieto en su obra “Mártires de Toledo” (Toledo, 1942) que “era tan querido de sus feligreses que durante el tiempo en que permaneció encerrado en su casa, las vecinas le llevaban la comida, desafiando la vigilancia de los milicianos. Era su fisonomía bondadosa y cordial, expresión fidelísima de su alma sacerdotal inasequible al desprecio o al odio de sus mismos enemigos, que no escucharon de él, cuando lo conducían al martirio, ni una sola palabra de reproche”.
Fue detenido a las doce de la mañana del 15 de agosto de 1936. Don José anciano y enfermo, antes de esa fecha había sufrido varios registros y la confiscación de cuanto de valor poseía. Con grandes dificultades y dolores abandona su domicilio, llegará incluso a pedir a los milicianos que le maten en cualquier calleja. De hecho, no llegaron al Paseo del Tránsito, y al pasar por el Monasterio de San Juan de los Reyes, le rematan junto a la iglesia.
Así termina la narración de esta nueva luctuosa jornada, don Juan Francisco Rivera, en su martirologio: “Con esta oblación se señalaba en la ciudad subyugada la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, día también de la Virgen del Sagrario, que en la soledad de la Catedral iba a ser despojada sacrílegamente de su corona y que lloraba la muerte de los mejores de sus hijos. En el interior de sus casas -fuera de ellas hubiera sido un delito digno de muerte- muchos toledanos recordaron la fecha y elevaron sus oraciones, semejantes en el tono a las que durante los años de dominación mahometana dijeron también a la Virgen morena los mozárabes”.