RUFINO ORTIZ-VILLAJOS PLAZA
Capellán del Asilo Provincial de Toledo

Nació el 28 de febrero de 1892 en El Viso de San Juan (Toledo). Tras sus estudios en el Seminario de Toledo, el 29 de mayo de 1915, recibe la ordenación de diácono de manos del cardenal Victoriano Guisasola, en la capilla del Palacio Arzobispal. El 18 de diciembre de 1915, fue ordenado sacerdote por el entonces obispo auxiliar de Toledo, monseñor Juan Bautista Luis y Pérez (que lo fue de 1915 a 1921).
En 1916, don Rufino fue enviado como coadjutor a Villaluenga de la Sagra; en enero de 1921, se le nombra ecónomo de Albalate de Zorita (Guadalajara); en 1925, párroco de Illana (Guadalajara). Finalmente, en 1931, recibe el nombramiento de capellán del Asilo Provincial de Toledo. Vivía con su hermana Diodora.


Tomamos esta hermosa fotografía del blog de Eduardo Sánchez Butragueño (fotografía de Santiago Relanzón) de una procesión por los claustros del convento de San Pedro Mártir a comienzos del siglo XX, donde se ubicaba el Asilo Provincial.

Don Rufino trabajó en la Federación Católica Agraria de Toledo. Coincidiendo con las elecciones que proclamarán la Segunda República, el 14 de abril de 1931, conservamos varias noticias de diversos actos en los que participó.

El primero de ellos fue en Cobisa (Toledo), el 2 de marzo de 1931. Afirma “El Castellano” que era “un acto de propaganda Agrícola organizado por la Federación Católico-Agraria de Toledo, que resultó de gran lucimiento… Habla luego el sacerdote de la Federación, don Rufino Ortiz, quien, en términos brillantes, expone los fines y ventajas de la Federación Católico-Agraria, exhortando a los agricultores de Cobisa a reunirse en un Sindicato católico dentro de la Federación de Toledo.
Se refiere a los orígenes de la Federación Católica que arranca de los antiguos gremios y de los que ha tomado su lema de: “Unos por otros y Dios por todos”. Manifiesta la imposibilidad en que se encuentra el agricultor para abordar individualmente los problemas que hoy tiene planteados y se refiere a los servicios establecidos por la Federación que vienen en su ayuda para resolverlos. Se extiende en las ventajas de las Cajas de Ahorro y préstamos que libran al agricultor de las garras de la usura. Se refiere a algunos casos concretos que, con la ayuda económica y moral de la Federación, han conseguido convertirse muchos colonos en propietarios y termina diciendo que con la unión y la ayuda de Dios se resolverán prácticamente los problemas agrícolas que llevarán a los agricultores a una vida más desahogada y tranquila”.
Los otros dos actos, en los que don Rufino aparece son en Argés y en Alcabón. El primero, el 4 de marzo de 1931, apareció publicado en El Castellano del 9 de marzo. Tras la presentación “a continuación tomó la palabra don Rufino Ortiz, que hizo la apología de la Sindicación Católica Agraria y explicó las ventajas que lleva consigo y que dividió en dos órdenes: la de orden moral y la de orden económico. Entre las primeras citó el provecho que se alcanza por medio de conferencias y proyecciones cinematográficas que contribuyen a la ilustración de los agricultores… Se refiere a las ventajas económicas que suponen las Cajas de Ahorros y Préstamos en las que pueden colocar sus ahorros los agricultores, recibiendo un interés superior al que da cualquier entidad bancaria y este dinero le emplea en ayudar a sus hermanos necesitados mediante un módico interés… Recomienda el señor Ortiz a los agricultores de Argés que para defender sus intereses formen un Sindicato mixto de propietarios y obreros… Al terminar el señor Ortiz, es objeto de una merecida ovación… Se proyecta luego una película referente al uso de los abonos en el cultivo de la patata, que agradó mucho a la concurrencia…”.
El acto de Alcabón se celebró el 9 de marzo de 1931, y apareció publicado, el 13 de marzo, en el mismo diario toledano. “… Comenzó su disertación don Rufino Ortiz, explicando los motivos de estos actos de propaganda agraria. La clase labradora es la más agraviada y la menos remunerada y atendida. Por eso recomienda la unión de los labradores, para que, unidos todos, puedan conseguir aquellos beneficios  que aisladamente no les sería posible. En apoyo de esta afirmación cita varios ejemplos, como la derogación de la tasa del trigo, conseguida por las Federaciones Católicas Agrarias, y la parcelación de grandes fincas que convierten al labrador en pequeño propietario”.
Una vez más, Eduardo Sánchez Butragueño, nos presta esta curiosa foto publicada en su magnífico libro ToledoOlvidado2. Se trata de la toma, por parte de las milicias republicanas, de la sede de la Federación Agraria Católica en la calle Carretas. La imagen tomada en verano de 1936 muestra a soldados republicanos desplegando un paracaídas, junto a una bandera de la CNT.

Cuando muchas veces se pretende alejar a la Iglesia de lo que sucedía en España, por ejemplo en lo referente a las cuestiones sociales del primer tercio del siglo XX, el apostolado ejercido por don Rufino aparece como una respuesta madura a la Rerum Novarum de León XIII.
La noticia del acto, narrada en las páginas de El Castellano (13.03.1931), termina así:
“Habla (don Rufino) de los grandes beneficios que se obtiene dentro del Sindicato. En su seno se procura la formación del agricultor, por medio de instrucciones diversas que tienden a la cultura y adiestramiento de la clase, dándole a conocer los métodos últimamente empleados en la explotación de las tierras y enseñándole el manejo y uso de la maquinaria moderna.
Poco necesito esforzarme -añade- para haceros conocer la conveniencia de la unión, cuando se trata de conseguir mejoras materiales. Si se trata de compras, podrá el Sindicato traducir en beneficio propio aquellas comisiones que se dan al intermediario, puesto que para nada lo necesita. Además, las compras en común, llevan consigo una reducción en el precio, que de otro modo no podría alcanzarse. Si se trata de ventajas, el Sindicato, por medio de la Federación a que pertenece, se encarga de distribuir sus producciones a cambio del precio más remunerador.
Recomienda la unión de todos los labradores, y dice que, si alguno va al Sindicato con miras políticas o con intenciones de sembrar la discordia entre sus compañeros, no debe abrírsele las puertas, ya que la política está desterrada del Sindicato en uno de los artículos de su reglamento”.
A pesar de la claridad teórica no fue suficiente. Solamente a lo largo de 1931 surgiron casi súbitamente 144 asociaciones, en toda la provincia de Toledo, vinculadas a la U.G.T., lo que daba idea de la fuerza oculta y organización preexistente. Ante el espectacular resurgimiento de estas asociaciones obreras, aparecía, por contraste, más clara la debilidad de los sindicatos católicos agrarios.
Afirma Leandro Higueruela del Pino en su trabajo “El movimiento obrero católico en la diócesis de Toledo hasta la II República” que tras dos décadas de trabajo “faltó, en definitiva, un entronque y sustentación sobre la base auténticamente campesina, como era el bracero, y no primordialmente en el pequeño propietario”.
Pese a ello don Rufino y otros pocos trabajaron incesantemente por los campesinos y labradores de nuestra diócesis.

Don Rufino fue capellán, como recordábamos al principio, de lo que vino en llamarse Establecimientos Reunidos de la Beneficencia. Existían estos, en Toledo, desde 1846 bajo la administración de la Junta Municipal y más tarde de Junta Provincial de Beneficencia, instalados en el antiguo convento de San Pedro Mártir. Comprendían: la Inclusa o Casa de Expósitos (Hospital de Santa Cruz), la Maternidad (Hospital del Refugio) y el Asilo de los Pobres de San Sebastián, refundido con la Real Casa de Caridad.
Recogemos una curiosa noticia (publicada en “El Castellano”, 25 de febrero de 1935) sobre una boda que presidió don Rufino. “En la iglesia de San Pedro Mártir, de los Establecimientos Reunidos, se celebró ayer el enlace nupcial de la bella señorita Francisca Aguado Martín con el maestro del taller de zapatería de la Casa, Clemente Gómez… No obstante la humilde condición de los contrayentes, la ceremonia tuvo indudablemente la simpatía y relieve que les correspondía… bendijo la sagrada unión, el capellán del Establecimiento, don Rufino Ortiz-Villajos, que dirigió sencillas palabras a los contrayentes, pero saturadas del más íntimo y paternal afecto; la ceremonia se hizo ante el altar de la Milagrosa, patrona “de hecho” de la Casa…”.

 Finalmente, el martirio.
El 22 de julio de 1936, por la tarde, su hermana oyó a unos milicianos que al día siguiente darían el paseo a un cura de ese barrio pues había que acabar con esa raza. Pensando que se referían a él, se trasladaron al amanecer del 23 al domicilio de unos amigos, ausentes de la ciudad. Estuvieron hasta la vuelta de éstos, el 31 de julio. Cuando volvieron, les rogaron que se fueran por el riesgo que suponía tener a un sacerdote escondido en su casa. Esperaron a la noche. Fueron al domicilio de otro familiar, que tampoco los pudo recibir, y ya a la ventura por esas callejas, tropezaron con las milicias. Le registran el envoltorio que llevaba y descubren una sotana, un crucifijo y un breviario. Luego, era cura. Es suficiente. Llevan a los dos hermanos hasta el cercano Paseo de San Cristóbal, retienen un momento a la hermana, diciendo al sacerdote que camine, disparando seguidamente sobre él, que cae agonizando. La hermana tuvo que presenciar aún como disparaban cinco tiros más sobre el cuerpo exánime del sacerdote.