ASÍ ESPERAMOS EN LA PLAZA DE SAN PEDRO
EL MOMENTO DE LAS BEATIFICACIONES

 

La Conferencia Episcopal Española solicitó a la Postulación para las Causas de los Mártires de la Archidiócesis de Toledo que se encargase de la ambientación inmediata antes del inicio de la Beatificación. Se trataba de la lectura de unos testimonios intercalando algunos cantos que interpretó el Coro de la Catedral de la Almudena de Madrid.La Postulación decidió que, como homenaje al Siervo de Dios Juan Pablo II, impulsor de las beatificaciones de los mártires españoles de la persecución religiosa de los años 30, se escuchase en la Plaza de San Pedro la voz en español del anterior Pontífice. La grabación correspondía al 29 de marzo de 1987, se cumplían pues precisamente 20 años de la beatificación de las mártires carmelitas de Guadalajara.

     De esta manera comenzó este sencillo acto a las nueve y diez de la mañana.

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 22, 4).

Con estas palabras pudieron dirigirse al Buen Pastor estas tres hijas del Carmelo, cuando les llegó la hora de dar la vida por la fe en el divino Esposo de sus almas. Sí, nada temo. Ni siquiera la muerte. El amor es más grande que la muerte y Tú vas conmigo. ¡Tú, el Esposo crucificado! ¡Tú, Cristo, mi fuerza!

Este seguimiento del Maestro, que nos debe llevar a imitarlo hasta dar la vida por su amor, ha sido una constante llamada, para los cristianos de los primeros tiempos y de siempre, a dar este supremo testimonio de amor –el martirio– ante todos, especialmente ante los perseguidores. Así, la Iglesia ha conservado a través de los siglos, como un legado precioso, las palabras que Cristo dijo: “El discípulo no es más que el maestro” (Mt 10, 24), y “si a mí me han perseguido, lo mismo harán con vosotros (Jn 15, 20).

De este modo, vemos que el martirio –testimonio límite en defensa de la fe- es considerado por la Iglesia como un don eximio y como la prueba suprema de amor, mediante la cual un cristiano sigue los mismos pasos de Jesús, que aceptó libremente el sufrimiento y la muerte por la salvación del mundo. Y aunque el martirio sea un don concedido por Dios a unos pocos, sin embargo, todos deben –y debemos– estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres, sobre todo en los períodos de prueba que nunca –incluso hoy día– faltan a la Iglesia. Al honrar a sus mártires, la Iglesia los reconoce, a la vez, como signo de su fidelidad a Jesucristo hasta la muerte, y como signo preclaro de su inmenso deseo de perdón y de paz, de concordia y de mutua comprensión y respeto.

Las tres carmelitas tuvieron, sin duda, muy presentes, como conocemos por sus testimonios, aquellas palabras que dejó escritas su Santa Madre y Doctora de la Iglesia, Teresa de Jesús: “El verdadero religioso… no ha de volver las espaldas a desear morir por Él y pasar martirio” (Camino de Perfección, 12, 2).

En la vida y martirio de Sor María del Pilar de San Francisco de Borja, de Sor María de los Ángeles de San José y de Sor Teresa del Niño Jesús, resaltan hoy ante la Iglesia, unos testimonios que debemos aprovechar:

  1. el gran valor que tiene el ambiente cristiano de la familia para la formación y maduración en la fe de sus miembros;
  2. el tesoro que supone para la Iglesia la vida religiosa contemplativa, que se desarrolla en el seguimiento total del Cristo orante y es un signo preclaro del anuncio de la gloria celestial;
  3. la herencia que deja a la Iglesia cualquiera de sus hijos que muere por su fe, llevando en sus labios una palabra de perdón y de amor a los que no los comprenden y por eso los persiguen;
  4. el mensaje de paz y reconciliación de todo martirio cristiano, como semilla de entendimiento mutuo, nunca como siembra de odios y rencores;
  5. y una llamada a la heroicidad constante en la vida cristiana, como testimonio valiente de una fe sin contemporizaciones pusilánimes, ni relativismos equívocos.

La Iglesia honra y venera, a partir de hoy, a estas mártires, agradeciéndoles su testimonio y pidiéndoles que intercedan ante el Señor para que nuestra vida siga cada día más los pasos de Cristo, muerto en la cruz.

 (Juan Pablo II, Basílica de San Pedro, 29 de marzo de 1987)

 

1. ELIGIERON MORIR ANTES QUE RENUNCIAR A SU FE

La Madre Teresa Rados Martín del Río, de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora del Colegio de la Compañía de María de Talavera de la Reina, hizo la lectura del primer testimonio. 

El HERMANO Laurentino, Provincial de los Hermanos Maristas, envió a sus Hermanos esta felicitación de año nuevo en enero de 1933:

“Oh, vosotros, los que decís cada día a Dios que le amáis con todo el corazón y con toda vuestra alma y todo vuestro ser, ahora es tiempo de mostrarlo […]. Ahora es tiempo de mostrar hasta dónde llega la fidelidad que habéis jurado al Señor. Ahora es tiempo de probar vuestros deseos de sacrificio no son ilusorios y pura fantasía [...].

Ahora va llegando el tiempo en que se verán los valientes, los que todo lo pueden en Aquél que nos conforta y es Vida y Fortaleza nuestra, los que por nada del mundo pierden el sosiego sino que, parapetados detrás del baluarte divino, parece que su ánimo se agiganta ante las dificultades y zozobras del momento. No se arredran esos, no, ante los mayores sacrificios, aunque bien conocen su pequeñez,  como no se arredraba ante los perseguidores [...] la pléyade de mártires y confesores, enamorados de Cristo Jesús. 
         
Ahora es tiempo de alegraros y de regocijaros, según nos dice Jesús, y como hicieron los apóstoles cuando les llegó el momento de padecer trabajos y persecución por el nombre de su divino Maestro […]. Orad, reparad, trabajad, cooperad vosotros con Él a la salvación de las almas.

Ahora es tiempo de reparar más eficazmente, por sí y por los demás, el menosprecio hecho a Dios. […]. Ahora, ahora... y sin esperar a después ni a mañana.

 Es hora de aprovecharse de este tiempo de prueba, que es tiempo de gracia y bendiciones. [Es tiempo de] no sucumbir un punto y sufrir hasta morir, si es preciso, por defender el nombre de Cristo”.

 

2. FUERON CONDUCIDOS AL MARTIRIO

Irene González Cuevas, intervino en segundo lugar. Pertenece a la Congregación Mariana de la Inmaculada y de Santa Juana de Lestonnac de Talavera de la Reina (Toledo) que cursa primero de Filología inglesa en Madrid.

Testimonio del P. TIRSO DE JESUS MARIA (Gregorio Sánchez Sancho), Carmelita Descalzo de Toledo.

Devuelto a la prisión después del juicio y la condena, en lo que le quedaba de la mañana o en la tarde-noche, el Padre Tirso escribe la siguiente carta de despedida a los suyos:

«Sr. Don Juan Sánchez, Valdecarros (Salamanca).

Amadísimos padres, hermanos, sobrinos y demás familia: Por conducto del Sr. Director de la cárcel, deseo llegue a su poder la presente con todos mis últimos documentos.

Como verán por ellos, no he cometido delito ninguno […]. ¡Cúmplase la voluntad de Dios! ¡Dios lo ha querido así! ¡Bendito sea! A todos les tengo presentes y les abrazo a todos con el deseo de que sean muy felices en esta y la otra vida.

Sean todos muy buenos. Perdonen y bendigan y amen a todos, como yo les amo y perdono y bendigo.

No se ocupen de mí más que para rezar por mí. Adiós.
Les bendice y abraza: 
Gregorio  Sánchez.

Toledo 6 de septiembre de 1936».

 

 

Sufrió el martirio en la madrugada del día 7 de septiembre junto a las tapias del cementerio de Toledo. Por referencia de un testigo ocular, que presenció el fusilamiento del religioso, se supo que éste en los últimos momentos de su vida mostró una serenidad verdaderamente impresionante, en cuyos momentos, teniendo un crucifijo en las manos, y posando sobre él muchísimos besos, al mismo tiempo que pronunciaba palabras de conmiseración, cariño y perdón para todos los que se disponían a poner fin a su vida ejemplar.

 3. SUPIERON PERDONAR A QUIENES LES ARREBATABAN LA VIDA

Mª Victoria Melchor Illán, que junto a la Madre Milagros Tenorio Arriero, trabajaron en la creación de la página Web www.persecucionreligiosa.es, leyó el tercer testimonio.

Testimonio de BARTOLOME BLANCO MARQUEZ

Natural de Pozoblanco (Córdoba). El 18 de agosto de 1936 fue detenido por su condición de dirigente católico. Su comportamiento en la cárcel de Pozoblanco (Córdoba) fue ejemplar. Se preparó al martirio con intensa piedad. Jamás perdió la serenidad ni el buen humor.  El 24 de septiembre fue trasladado a la cárcel de Jaén, donde fue juzgado el 29 por su condición de propagandista católico. Se defendió solo ante el tribunal. El juez y el secretario quedaron admirados de su elocuencia y de la firmeza con que defendió sus profundas convicciones religiosas. Trataron incluso de ganarlo para su causa al comprobar sus cualidades como líder social. No lo consiguieron. Al serle comunicada la sentencia se limitó a responder: "Habéis creído hacerme mal y al contrario me hacéis un bien porque me cinceláis una corona". Antes de entrar en la celda reservada a los condenados a muerte, repartió su indumentaria entre los encarcelados necesitados, mientras confortaba a otros condenados. Un testigo presencial asegura que “era tanta su alegría que parecía dar la impresión de ir a un banquete o a una boda”.

 

En la mañana del 2 de octubre, antes de ser  conducido al camión que le iba a llevar al lugar de la ejecución, se descalzó. Él mismo explicó este gesto a quienes lo conducían: “Jesucristo fue descalzo al calvario; así quiero ir yo también”.Antes había besado las esposas que le ponía un guardia de asalto mientras pronunciaba estas palabras: “Beso estas cadenas que me han de abrir las puertas del cielo”.  Ya en el lugar de la ejecución, no quiso que le vendaran los ojos. Murió de pie, junto a una encina, con los brazos en cruz, perdonando a quienes lo mataban, mientras gritaba “¡Viva Cristo Rey!”. Tenía veintiún años.

4. MURIERON POR FIDELIDAD Y AMOR

El sacerdote Don Rubén Zamora Nava, que ha ejercido de Notario actuario en el proceso de exhumación del grupo de sacerdotes diocesanos mártires de la Archidiócesis de Toledo, dio lectura al cuarto testimonio.

Testimonio de MIGUEL BEATO SANCHEZ

Sacerdote de la diocesis de Toledo natural de La Villa de D. Fadrique. Recibió el presbiterado el 18 de abril de 1936, meses antes de estallar la guerra. Inmediatamente recibió el nombramiento de coadjutor de su mis­mo pueblo, en donde fue asesinado el 21 de octubre de 1936. En sus diarios podemos leer :

“Jesús, deseo ser fuerte, para mantenerme en vuestra fe y para defenderla hasta con sangre, si necesario fuera. Jesús, haced que siempre viva en Vos, con Vos y por Vos (…). Lejos pecados y venga  cruz y sufrimientos antes que ofender a mi Dios, a mi Jesús. Ven, bandera de Cristo, que habéis sido hecha con mortificaciones y sufrimientos. Ven, oh bandera santa, yo os abrazo y os prometo seros fiel y morir por defenderos. Lejos pecados, lejos todos los placeres mundanos y venid, mortificaciones, privaciones, sufrimientos, pues todo eso lo tuvo el capitán de nuestro bando y, aunque lo sufra el soldado, no es deshonra; al contrario, es gran honra morir con Cristo y no abandonarlo. Cristo murió, aunque muera el soldado no importa, pues no es más el soldado que el capitán”.

En los ejercicios de 1932 vuelve a su mente la posibilidad de la persecución, y escribe:

Cristo es Rey eterno, y yo ¿qué soy? ¿Soy su vasallo? Aún más, he sido traidor; ya no seré ingrato, ya no seré traidor. ¡Víctima sí, traidor no!”.

En 1934, durante los ejercicios para las órdenes sagradas, promete seguir con fidelidad la bandera de Cristo:

“Prometo seguir la bandera de Jesús hasta morir (…). Bendita sotana, tú serás mi vestido en vida y en muerte. Bendita corona, haced, Jesús mío, que me acuerde que llevo la corona para vivir una vida lejos del mundo y de sus placeres”.

 5. TRIUNFARON PARA GLORIA DE DIOS

Finalmente el último testimonio lo leyó una Misionera de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta de la Comunidad del Noviciado europeo de Roma. Syster Sebastian ejercía el periodismo, trabajaba en Tele 5, Antena 3 y en Canal Plus, entre otros medios. Durante una peregrinación a Tierra Santa descubrió su vocación religiosa.

 

 

Oracion compuestas por el P. Gerardo Gil
El Escorial, Febrero 1936.

Llamando a la puerta

El Alma:
¿Qué hacéis, Jesús, a mi puerta?
¿Qué buscáis en mi mansión?

Jesús:
Vengo pidiendo a las almas 
Una limosna de amor

Alma:
¿Qué es lo que decís, Dios mío?
¿Una limosna? No, no.
Todo cuanto tengo es vuestro;
Tomad de ello posesión.
Entrad dentro de mi casa,
Reinad en ella, Señor.

Jesús:
¡Gracias! Reclina
tu frente en mi corazón.